REVISTA DE CREACIÓN Y DIVULGACIÓN
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Salamandra Vol. 7


 

(Salamandra, Numero Especial, 2008)
 
 
Literatura
 
 
TUS  OJOS
 
Se enrolla, se encima y se hincha la piel
de tus órbitas cada vez que suspira la flor.
Baja lentamente el suspiro de mis poros,
y el vapor las convierte en lágrimas .
Se arrastra suavemente en tu boca
y se enamora.
 
Caminan las amapolas de tus pupilas y
vomitan el aroma de la tarde y quizás
de la noche, tus ojos están ;
 Cansados,
                 Mordidos,
                                  Masturbados.
 
Y los poros de tu alma están casi muertos,
despiertan de su cruel destino, tan jugosamente,
y sollozan su espacio por que están ocultos en
su ocular amor, que parpadean con la canción de un
águila . Se escupen el licor que humedecen sus letras.
 
Despierta el sonido de la lealtad   , son tus ojos 
que juegan a ser vida ,en la paz de la imaginación .
 
 
 
Miriam Procopio Chávez.
 
 
***
 
Desamor
 
 
Con el día se va la ilusión, el sueño y
el amor
 
 
Cada minuto
es una
esperanza,
y cuando se termina
el día
esperas el siguiente,
y así
Se va consumiendo
poco apoco,
el tiempo,
el amor
Y la esperanza
 
 
 
Gerardo Felipe castellanos Bolaños
 
 
***
 
 
 
EL PUENTE
 
Me detengo a mitad del puente frágil y colgante.
Unas personas van, otras vienen acompañadas de su sombra
Cansada, inmortal, estresada como una locomotora de carne
Navegando hacia los confines de la tierra.
 
El sonido monótono de los autos hace retumbar mis oídos.
Solo quiero un respiro limpio, una gota de lluvia fina y fresca
Solo quiero no ver al niño indigente, al anciano dilapidado,
A la juventud envilecida, a las almas desgastadas, al hombre necesitado.
 
Me detengo a la mitad del puente cuando es primavera
Y la lluvia viene, y las flores nacen, pero todo es de plástico
Me detengo a la mitad del puente artificial y elástico.
 
Sería sano cuestionarse antes de lanzarse al vacío de los sueños,
¿Seguir el camino de promesas y de espinas?
O ¿brincar el charco de agua salada y sucia?
Sería bueno preguntarse
Cada que oscurece, de mis pasos perdidos, de mis manos
Deteniendo un puñal, de mis ojos gritando de frío.
 
No quiero ser autómata enajenado en el paraíso,
Traspasado, vendido, humillado sin reparar,
Explotado y mutilado sin cesar;
Donde se habite un desierto multiplicado de desigualdad
 
No quiero que sigan estos infortunios.
No quiero que el humano perezca en el intento,
Más que siga su natural crecimiento
Sin exclusión, sin crueldad del prójimo perverso.
 
Por eso cada mañana levanto mi mano
Continúo la lucha de la tierra prometida,
 De la fraternidad que nos han robado, que está perdida
Y que se esconde en la esperanza del humano.
 
Y mis pasos se aceleran, mi corazón grita de hambre
 De sed, de soledad, de frío
En las tinieblas del pasado, en las penumbras del abismo
Que derrama agua y aceite con olor de podrido
 
Están en las ventanas miles de caras de niños
Con banderas verdes y con perfume de rocío
Están en las calles los hombres que construyen veredas,
Están las mujeres
Que forjan senderos, que viven, sienten, se enamoran
Lloran, se arrepienten.
Está la madre, está el padre; está la luna, está el sol.
 
Yo sigo en el puente incierto.
A lo lejos entonan al unísono una canción humana
Que asoma lentamente su cara fragmentada
 Con notas fuertes de dolor y angustia
Con partituras de esperanza y candescencia
Brindando infinitos espectáculos de pasión desgarrada
 
Por un segundo más, me detengo a la mitad del puente frágil y colgante.
Debajo de mí empieza a correr un río que se lleva las cenizas,
Las mentiras, la traición, el egoísmo.
Y empieza la marea, el terremoto, las tormentas
Todos corren en todos sentidos, brincan en el nuevo mundo.
 
Después de un milenio que estuve dormida,
En esta tarde me voy y vengo.
Con una sonrisa de uva avanzo hacia la casa que no es mía, 
Dejando huellas en el tiempo, en el infierno,
En el presente, en el silencio fugaz y,
En el siempre acre del puente colgante y eterno.
 
 
Alicia Alcayaga B.
 
 
 
***
 
 
 
 
METÁFORA INTERIOR
 
Mientes cuando apagas mi círculo imperfecto
del toque destructivo rosándonos los labios,
en cada capa oxidada de nuestro escondite,
buscaré olas repetidas cruzando la bahía;
de tu punto interior.
 
 
Muerto de tu punto interior,
tiraré tus martirios por la borda
escarbaré tus risas
y trenzare tu respiración quitándote los suspiros.
 
 
Rosaras mi antebrazo con tu lengua fingida,
usando mis dedos para separar tus bollas flotantes.
Siendo esto una mentira
amo tu punto interior
en metáforas de ti.
 
                                         (GUERRA INTERIOR)  
 
   
 Sonia Prudente López
 
 
***
 
 
 
SALAMANDRA
 
El destino se calza en el lago
Dale vuelta, dale vuelta
           
El destino se calza en el lago
Avanza el caracol, calla la rama
 
El destino se calza en el lago
Giro heroico desdoblado
 
El destino se calza en el lago
La libélula posa sobre el agua
 
El destino se calza en el lago
La araña teje al anfibio
 
El destino se calza en el lago
El surco de agua fallece en los sauces
 
Y en el lago
Entre peces de ojos vigilantes
La salamandra sigue el cauce del tiempo
De la espiral enraizada en el presagio.
 
 
 
Guillermo García
 
***
 
 
 
 
Sin titulo
 
SE ESPARCE POR LA HABITACIÓN LA LUZ;
UN SEGUNDO EN RECORRER EL AIRE. UN
 
AIRE TIBIO QUE ENTRA EN MI CUERPO
Y LUEGO SE ESCAPA, SE LIMPIAN MIS
PULMONES Y RESPIRO; Y ya adentro
no se que pasa solo siento mi lati_
do.
 
Como a veces pequeñas punzacio_
nes que lastiman, Pequeños mal_
sabores que reprimen. Como a ve-
ces sofocaciones por mirarte Y
una aceleración marcada de sen_
tidos.
 
Y ENTONCES VIENEN MUY ADENTRO,
MARIPOSAS TRANSPARENTES Y COLORES.
MáS, A VECES CAE EN CENIZAS MI EXIS_
TENCIA, Levanto mi cabeza y miro
afuera, Entonces miro que hoy no
te he mirado.
 
 
DIVINO Dios QUE REGALA OJOS, Y PRECIOSO INFIERNO
QUE CUANDO LOS CIERRO VUELVE A DESTELLAR UN
FUEGO ETERNO
POR ESA GRACIA DE ENCOn´TRAR
TUS OJOS LUEGO.
 
 
 
 
EL INFIERNO DENTRO…
 
 
 Aguilar Saavedra.
 
***
 
 
Poesía Infantil
 
En la noche veo la estrella
Que está entre la luna y yo.
Xóchitl Reyes Sosa, 13 años
 
Un atardecer que termina de llover.
La Mariposa
Es un arcoíris
Con bonitos colores.
Wilbert Antonio Silva García, 10 años
 
El colibrí se pone una faldita negra,
Abajo, se asoman las patas de color café.
Cristina Monserrat Silva Pacheco, 10 años
 
El trompo y los planetas
El trompo gira, formando una línea imaginaria
igual que los planetas alrededor del sol,
Pero los planetas tardan años
Y los trompos minutos.
Raymundo Pablo Manuel, 12 años
 
Pino
Punta de montaña luminosa,
De milagros
Llena de colores llorosos y cristalinos.
Corazón que late,
Barba de un viejo que hace los sueños realidad.
Pasto con gotas de luz brillante
Que bajan del cielo.
Miriam Getzemaní Marín Velasco, 11 años
 
El toque del sol se rompe
en el espejo de los pájaros
Antonio Abacuc palacios Gómez, 11 años
 
 
La rosa
Son muchos corazones juntos,
Es una montaña, llena de pétalos
Un corazón rasposo
Es la palma de una mano
Con raíces que son hilos suaves.
Raida Reyes Sosa, 11 años
 
 
La Luna
 
Es una cuna donde duerme un bebé.
Cuando nace está muy chiquito.
Es un columpio,
Donde nos columpiamos todos los niños.
Es un pedazo de queso que vuela,
Está sobre una silla.
Es un algodón de domingo.
María de los Angeles Ramírez M. 11 años
 
 
 
Besos rojos
Son unas tijeras
Que besan.
Son dos ojos que tienen una mascara
En forma de labios.
Estefanía Guadalupe Ramírez, 11 años
 
 
 
Un corazón es un pétalo de rosas, es hermoso. Un pedazo de corazón es una vida y desgracia. Un corazón da vida y cuando se cae, llora y se rompe. El corazón es un amor, se muere, se esconde en la tumba, va a un lugar de la tierra. Se lo come el gusano que no existe.
Xóchitl Reyes Sosa, 13 años
 
 
***
 
Sin título/ Laurie Thompson
 
Respiro
Me llevo del tormento
una onda de gracia y cura
 
Exhalo
aterrizo en el nido de tu ombligo
pelos de elote
oscuro, tierno, cálido
 
Inhalo
tu voz de miel, lengua humosa
matiz de sal y mezcal
 
Exhalo
mi órbita trémula de días
veinticuatro luminosas lunas mexicanas pasan
 
Al lado del camino
una golondrina herida
lucha por volar
 
Tomo mi aliento
y lo retengo
 
 
***
 


Fuimos bajando hasta el fondo
por las calles del puerto. La noche
remaba en el abismo de los ojos.
Jorge Fernández Granados


Habíamos encontrado muchas luces en la selva,
pero perdimos el camino de regreso a casa.
Oscuridad por todas partes, sólo luces ululantes, voladoras,
algunas encerradas en nuestros frascos de mayonesa.

La noche se fue cerrando sobre nosotros
ocultándonos unos de otros. Las luces atrapadas languidecieron,
avanzada la noche nuestra casa estaba más lejos cada vez que respirábamos.
Parados en medio de la selva oscura, dijera el florentino,
esperábamos el amanecer que estaba a diez horas de distancia,
y la selva rujia mientras tanto,
y quebradizos aleteos de lechuzas coronaban nuestro miedo.
—No se alejen demasiado, advirtió mi padre,
pero seguimos nuestra vocación de nunca hacerle caso.
No había camino de vuelta, estábamos ahí para la noche,
sus negras raíces fecundaban la tierra.

¿Cómo pudo la luz emboscarnos en la nada?
Habíamos encontrado muchas luces en la selva,
pero perdimos el camino de regreso a casa.
 
 
 
 
 
***
Morir en su boca / Xquenda
 
 
Tengo ganas de morir en su boca
de respirar su aliento
de que sus manos recorran mis piernas
y me abran los labios,
los separen,
y de que sus dedos recorran
la humedad de mi sexo.
 
Tengo ganas de que me apriete en sus brazos
y me bese los senos
que su lengua humedezca mi lengua
que mis ojos se miren a través de sus ojos.
 
Tengo ganas de quitarle la ropa
de construir un instante
donde no quepa nadie más que nosotros
donde no haya pasado
Ni futuro inmediato.
 
Tengo ganas de bebérmelo a besos
De apretarme a su cuerpo como niña chiquita
Tengo ganas de verlo…
 
P.D Aunque fuera de lejos
 
***
 
1) Descripción real / Narciso Serrano
 
Un inquilino en desgracia
 
Eran casi las dos de la madrugada. En mi cuarto se resguardaba toda la oscuridad que una noche puede crear. Podía seguirme de largo cobijado en mis sueños, en ese espacio de tres por cuatro metros, donde a fuerza de mi costumbre pepenadora no caben más cosas que han sido recolectadas en el tiempo.
Sin embargo, un nuevo habitante estaba dejándose sentir. El silencio del cuarto se oyó interrumpido por un “rassh, raassshhh” constante. Tuve que despertarme sin quererlo. No se pueden hilvanar sueños de grandeza ni de felicidad con la calma interrumpida. Pude imaginar quien lo hacía. Ese ruido se oía detrás de un librero atestado de revistas, papeles y por supuesto, de libros. Creía que no cabía nada ni nadie más, pero ese ruido se afanaba a demostrarme que en este mundo (y en mi pequeño mundo) siempre hay espacio disponible para alguien.
Tuve que levantarme. Enojado hice a un lado las cobijas, prendí la luz y golpeé con el puño el librero, con la esperanza de que cediera en su empeño de hacerse de un hogar en el rincón más apartado de mi cuarto. Al otro día, mientras deambulaba sin sentido de lo que quería hacer esa mañana, apareció de pronto un pequeñísimo ratón. Se movía tan rápido que no podía observarlo con calma. Sólo pude darme cuenta de que no tenía mucho tiempo de haber nacido. Me sentí casi enternecido, casi apesadumbrado de su presencia. Me senté en una silla de plástico y me quede quieto. Muy quieto.
No pasó mucho tiempo cuando el ratoncito cruzó de nuevo frente a mí. Esta vez con más calma. Apareció detrás del bote de la ropa sucia. Primero fue medio cuerpo, al ver que no había reacción de mi parte, salió por entero. Entonces pude verlo bien: era muy pequeño, como del tamaño de una moneda de diez pesos. Su cuerpo era una tímida bola de pelaje gris. Era de un gris muy suave y uniforme. Su cola era también pequeña. No era como las que tienen las ratas grandes, que son duras, fuertes y parecen más como gusanos carroñeros que tienen una vida aparte de su cuerpo. El suyo era más como un cordoncito de seda. Sus patitas casi no se veían pues las tenía pegadas al cuerpo. Desde donde yo estaba, no podía  distinguirle los dedos. Parecía que se movía en diminutas ruedas colocadas debajo de su abultado cuerpo.
Su mirada por un momento se cruzó con la mía. Pude percibir que detrás de sus brillantes ojillos no tenía miedo, más bien curiosidad, como la mía. Eran negros y traviesos. Me imaginé que si fuera un niño sería muy inquieto y vivaz. Su cara reflejaba inocencia como casi toda criatura viva que recién comienza a vivir. Su nariz, era un punto apenas dibujado en su cara. Su orejas simulaban ser dos pequeñas lentejas. Todo su rostro lucía nuevo, como recién creado. Era de alguien que la curiosidad y ganas por vivir era gigantesca a pesar de su diminuto tamaño.
Me moví un poco en mi asiento. Fue suficiente para que él desapareciera. Claro, no por mucho tiempo. Varias veces hizo el mismo acto: aparecer-desaparecer.
Los días siguientes pude oírlo haciendo los mismo ruidos en la madrugada. Su imagen indefensa y curiosa me detenía a pensar en matarlo. No quería hacerlo. Tres días después lo  vi, y detrás de él a otro más. Supongo era su hermano. El cuarto de tres por cuatro metros de repente se me hizo muy pequeño, demasiado con él y sus hermanos conviviendo conmigo. No tuve  más remedio. Esa tarde fui a comprar unas trampas, de esas en las cuales quedan pegados sin poder moverse, lo cual no me agrada porque los hace sufrir demasiado. Tuve que pensar cómo evitarle el dolor lo más posible. No quise hacerlo, pero no tuve más remedio. En mi cuarto, mi mundo, no cabíamos todos. Lo demás esta por demás contarse.
 
***
 
LA CAJA NEGRA
 
 
Al llegar a su dormitorio se quedó algunos segundos observándolo desde el umbral. Le parecía inmenso, ajeno. Se quitó la chamarra de piel - de tasajo viejo, como la llamaban sus amigos- desesperadamente, intentando despojarse de algo más…
 
Encendió la televisión en busca de compañía, caras desconocidas animaban la caja negra. Saltó hacia su cama.
 
Sobre el colchón se estiró para alcanzar el control remoto -de su vida-. Apretó los botones frenéticamente. Las pupilas se le dilataron frente aquel recuadro tecnicolor, bajó la velocidad, dejando oír frases entrecortadas; los actores cambiaban de ropa, nariz, ojos, pero mantenían una sonrisa perfecta, casi le seguían el juego. Quiso unir sílabas, palabras, balbuceos, tratando de armar un rompecabezas, inconscientemente buscaba un consejo. Después de sus intentos fallidos, su mirada se perdió. Soltó el control, lo dejó caer suavemente.
 
La caja negra proyectaba una película alemana con subtítulos en español a los que no prestó atención. Tenía sus piernas erguidas y los brazos cruzados. Se imaginó muerto, cierto sentimiento de soledad se apoderó de él, quiso llenar ese hueco con la almohada: apoyó su cabeza en una de las esquinas y la sujetó fuertemente poniéndole la pierna encima. Se aferró a ella, incluso llegó a acariciarla. Volvió la vista hacia la caja negra, no le ofrecía nada, sólo sonrisas perfectas y un dolor en los ojos, quienes parecían estar a punto de ceder a un posible estrabismo, los cerró: mil y un rostros desfilaron ante él, los volvió a abrir y dio con el foco de 50 watts que alumbraba el cuarto. Un bochorno se apoderó de su cuerpo. Todavía con destellos azules en su vista, a tientas y desconociendo su tacto se desabrochó el cinturón, bajó el cierre y desesperadamente se deshizo del pantalón, después casi se arranca la camisa. Apagó la luz. Desnudo se acomodó en la almohada, recorriendo una y otra vez los pliegues con sus dedos.
 
Parpadeó, una mujer era golpeada ferozmente, no sabía cuando había comenzado la escena, pero lo deleitaba. Reconoció en la mujer un lenguaje universal: dolor. Se lleno de frenesí, sin ningún remordimiento. Alzó la mirada y divagó a través de la luz, poco a poco aparecieron rayos azules, espirales verdes y manchas violeta que le hicieron ver una piel amoratada. Alzó el brazo, palpando la pared, estaba fría como un cubo de hielo, la recorrió una y otra vez, tratando de dar con el apagador. Al fin lo hizo, oyó el clic como el guiño de un ojo cómplice. Terminó la escena. Tomó el control, cambió de canal buscando la misma imagen, saltó a su vista un rostro con la sonrisa perfecta, llenando con su presencia el cuarto. La imagen fue tan real que no pudo dejar de preguntarse si se encontraba junto a él.
 
El esfuerzo en el discernimiento le provoco dolor de cabeza. Tomó la almohada y la miró fijamente haciéndola retachar contra la caja negra. Se incorporó. En medio de la oscuridad recordó que aquella sonrisa pertenecía a la mujer que amaba. La sonrisa que esta noche había encontrado en la boca de otro hombre. Se tiró en el suelo para no sentir la inmensidad del colchón. Se lleno de furia, decidió recuperar su sonrisa, redimir su orgullo. En medio de la oscuridad se vistió. No encontró la chamarra, encendió el foco, cuando sus ojos se acostumbraron a la luz vio junto al televisor, el amoratado cuerpo carente de la sonrisa que amaba.
 
 
Lucia Revueltas
 
***


 


6.5 – 7
 


 


6.5 Para una respuesta que no se puede expresar, la pregunta tampoco puede expresarse. No hay enigma. Si se puede plantear una cuestión, también se puede responder.
 
6.5.1 El escepticismo no es irrefutable, sino claramente sin sentido si pretende dudar allí en donde no se puede plantear una pregunta. Pues la duda sólo puede existir cuando hay una pregunta; una pregunta, sólo cuando hay una respuesta, y ésta únicamente cuando se puede decir algo.
 
6.5.2 Nosotros sentimos que incluso si todas las posibles cuestiones
científicas pudieran responderse, el problema de nuestra vida no habría sido más penetrado.
Desde luego que no queda ya ninguna pregunta, y precisamente ésta es la respuesta.
 
6.5.2.1 La solución del problema de la vida está en la desaparición de este problema (¿No es ésta la razón de que los hombres que han llegado a ver claro el sentido de la vida después de mucho dudar, no sepan decir en qué consiste este sentido?)
 
6.5.2.2 Hay, ciertamente, lo inexpresable, lo que se muestra a si mismo; esto es lo místico.
6.5.3 El verdadero método


de la filosofía sería propiamente éste: no decir nada, sino aquello que se puede decir; es decir, las proposiciones de la ciencia natural
–algo, pues, que no tiene nada que ver con la filosofía-; y siempre que alguien quisiera decir algo de carácter metafísico, demostrarle que no ha dado significado a ciertos signos en sus proposiciones. Este
método dejaría descontentos a los demás – pues no tendrían el sentimiento de que estábamos enseñándoles filosofía-, pero sería el único estrictamente correcto.
 
 
6.5.4 Mis  proposiciones   so n esclarecedoras de este modo; que quien me comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda haya salido a través de ellas fuera de ellas. (Debe, pues, por así decirlo,
tirar la escalera después de haber subido). Debe superar estas proposiciones; entonces tiene la justa visión del mundo.
7.  De lo que no se puede hablar, se debe guardar silencio.
 


 
Fragmento. Tratado Lógico - filosófico Pág. 104 -105.
 
 
Ludwig Wittgenstein (1889 - 1951). Filósofo austriaco
 
 
Marcando el paso de lo incierto...  
   
Salamandra 0  
  "Que las palabras no mueran permanezcan inmersas en el perpetuo movimiento de las letras".

Editorial
 
Salamandra 1  
  "Y otra vez comienza la batalla, cuando una palabra se incrusta armada".

Editorial
 
Salamandra 2  
  "La palabra es silencio, ausencia;
el arder de una ola que cae".

Editorial
 
Salamandra 3  
  "Se atan los signos en la calle, en el puente, en el parque...
!Cuanto camino¡ siempre veo un lenguaje distinto".
 
Todos los textos son responsabilidad de los autores. El diseño de la página es responsabilidad del equipo editorial- derechos reservados Salamandra 2008-. Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
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